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Columna
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Otros días

Sentí que cuanto me rodeaba se desvanecía, las trifulcas de los partidos, la voracidad de los nacionalistas, las quejas de los contribuyentes

Fernando Savater
26/01/1977 Familiares de los abogados laboralistas asesinados en la calle Atocha
26/01/1977 Familiares de los abogados laboralistas asesinados en la calle Atocha© MARISA FLÓREZ

Ha sido una semana abundante en evocaciones de episodios de mi vida. El miércoles repusieron en La 2 Siete días de enero, de J. A. Bardem, una película sobre los asesinatos de Atocha de 1977. ¿Cómo la verán hoy (si la ven) los jóvenes políticos y antipolíticos que mandan o se desmandan? Me refiero a lo que cuenta, no a cómo lo cuenta: a falta de otras virtudes —que las hay— es sin duda un documento fidedigno. ¿Con indiferencia? ¿Con extrañeza? ¿Con piedad? ¿O con lejana veneración? Yo la volví a ver como si fuese el vídeo de las vacaciones del pasado verano. Sentí que cuanto me rodeaba se desvanecía, las trifulcas de los partidos, la voracidad de los nacionalistas, las quejas de los contribuyentes —“¡estamos peor que nunca!”— y el asombroso smartphoneque chirriaba avisando la llegada de otro mensaje. Volví a la realidad, a lo que para mí sigue siendo más real, aquella época históricamente plomiza y estrecha, aunque vivida con toda la truculencia sensual de la inopia juvenil. ¡La malvada Transición, de la que por milagro no sobrevivió la conjura de los asesinos sino que nació la débil pero ya indispensable democracia! Aunque vaya usted a contárselo ahora a... en fin, cosas de viejos.

Y hace dos días se cumplió el centenario de Rafael Calvo Serer, que fue profesor mío en la Facultad de Filosofía. La verdad es que no nos tratábamos mucho, porque él solía faltar a clase por culpa de sus conspiraciones y yo aún más por el barullo de las mías. Pero mostraba cierto interés por mí. En enero del 69, tras el asesinato de Enrique Ruano y las manifestaciones de protesta, me lo crucé al salir del aula: “Oiga, Savater, esta noche mejor no duerma en casa”. Dormí en casa, pero solo hasta las dos de la madrugada. Entonces, llamaron a la puerta...

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